La Bibliocabina cumple seis meses en Maschwitz
Comenzaron sin libros, solo con una idea y mucho entusiasmo. Sortearon las dudas de aquellos que creían que robarían y romperían el lugar. Cada vez más gente apoya y colabora con la idea, que en breve tendrá proyectos similares en Garín y Villa La Ñata. “Nuestro desafío era cambiar la cabeza de la gente, demostrarles que se puede si lo hacemos todos juntos”, expresó Jorge Croce, uno de los mentores de esta innovadora iniciativa.
Vecinos entusiastas tuvieron una gran idea, pero no quedó en la nada. Pusieron manos a la obra para convertir una cabina telefónica abandonada, ubicada en Maipú y La Plata, es una de las esquinas de la plaza Emilio Mitre, en una biblioteca abierta. Apelando a la buena voluntad del pueblo, los vecinos dejan, retiran y devuelven ejemplares sin registro alguno.
La movida comenzó con Jorge Croce, su esposa Lorena Picallo, Nahuel Mariño y María Laura Fernández, todos vecinos de Ingeniero Maschwitz. Los colaboradores se multiplicaron y hoy la Bibliocabina es de todos. Semanario Regional dialogó con Jorge Croce, quien destaca la evolución de este proyecto y cómo impactó en la sociedad.
¿Cómo se originó esta original y entre quiénes?
Siempre pasaba por la cabina telefónica y la veía abandonada, sucia, llena de basura, y pensaba, ¿qué se podrá hacer en ese espacio? Al poco tiempo una amiga me comentó que de vacaciones en una playa vio una pequeña choza donde había libros, y cualquiera podía entrar, tomar uno y llevárselo para leerlo sin ningún control y ahí surgió la idea. Luego, con el tiempo, vimos que esta idea también era llevada adelante en Londres con algunas cabinas abandonadas. En julio de 2013 publiqué la idea de juntarnos entre vecinos, poner unos pesos, llevar pintura, materiales, y entre todos restaurarla para luego colocarle estantes y llenarla de libros. Ahí empezó lo divertido de las charlas donde varios nos aseguraban que no funcionaria porque “van a durar dos días los vidrios sanos”, “se van a robar todo”, “eso solo funciona en Europa”, “acá no cuidan nada”. Pregunté quien se animaba a llevar adelante este proyecto y colaboraba con los vidrios fue Nahuel Mariño, un joven vecino del pueblo que dijo “yo pongo $100” y así fueron sumándose varios más para colaborar. Y con Nahuel nos reuníamos los fines de semana en la plaza para lijar, limpiar y pintar la cabina. Se empezó a sumar gente, algunos venían y cebaban mates, mi mujer y mis hijos colaboraban, la novia de Nahuel también, era importante para que el proyecto funcione hacerlo entre vecinos, que se involucren, que sepan que era un proyecto creado solo por vecinos, sin partidos políticos ni ayuda de la municipalidad. Todos estaban invitados a participar, solo pedíamos que no vengan ninguna bandera política, solo vecinos.
¿Cuántos libros tenían por entonces?
Ninguno, pero no nos preocupaba, sabíamos que cuando inauguremos libros sobrarían, y así fue, una vez restaurada, pusimos un día para juntarnos todos, invitamos a todos los vecinos a que lleven libros y la llenamos con unos 400 libros, que fueron rotando muchas veces y hoy en día siguen donando. Ese no era el problema, nuestro desafío era cambiar la cabeza de la gente, demostrarles que se puede si lo hacemos todos juntos, que vale la pena seguir apostando al cambio por nuestros hijos, que había que generar confianza entre vecinos y fomentar el compartir. Los libros fueron la excusa, el objetivo es generar un cambio.
¿Y ahora? ¿Cuántos colaboradores activos tienen actualmente?
Tenemos una página en Facebook www.facebook.com.ar/bibliocabina, nos pueden buscar como “Bibliocabina de la plaza de Maschwitz” donde nos siguen más de 4.000 personas y todo el pueblo ya nos conoce. Antes, la cabina telefónica abandonada pasaba desapercibida, nadie la miraba, era un tacho de basura, hoy todos la conocen como “La Bibliocabina”. Es la primera en Argentina, y ya es punto de referencia para vecinos: se escucha decir “nos encontramos en la Bibliocabina”.
Meses antes de inaugurar la obra, otro punto de la ciudad, como el edificio del CBC, sufrió la visita de inescrupulosos. ¿Tienen miedo que pase algo así en la Bibliocabina?
La estructura y todos los vidrios que repusimos están intactos, no les daban una semana de vida y llevamos seis meses sin un vidrio roto. Para que esto funcione, nos tomamos el trabajo de contarles a todos que era algo gratuito para el pueblo, difundimos mucho la idea entre los jóvenes, por Facebook, por Twitter, comunicándonos con el mismo lenguaje de ellos y contándoles que podían usarla gratuitamente, que nadie la controla, que nadie la administra, que era de ellos. Y creo eso fue lo que nos ayuda a que se comprometan a cuidarla. Cuesta que devuelvan los libros, quizás se lo llevan y se cuelgan y no los devuelven, pero creo no se trata de robos, sino tanto chicos como adultos que se olvidan de pasar a devolver el libro y les queda en la casa. Sabíamos que podía pasar, pero no importa, la idea es compartir y libros cada vez que pedimos nos llegan de todos lados. Lo importante es que tuvo una excelente aceptación y ya todos le tienen cariño a esta nueva idea.
¿Está la idea de colaborar con otras bibliocabinas?
Nos encanta que nos copien la idea, por esos insistimos por nuestra página a que hagan lo mismo en otras localidades como en Garín que ya arrancaron a hacer lo mismo y difundimos la foto de una en Villa La Ñata para que también nos imiten. No vamos a participar nosotros de la restauración, porque la idea es que tienen que sentir que lo lograron, que pudieron, de nada sirve ir y hacerlo nosotros, no la cuidarían después, en cambio, si se juntan entre vecinos nunca más se van a olvidar de la experiencia.
¿Tienen o tuvieron contacto con otras entidades, como bibliotecas?
Tuvimos contacto con bibliotecas, y con muchos escritores, nos enviaron libros dos escritoras de Necochea, nos donaron muchos libros de la Biblioteca Comodoro Rodolfo de la Colina, nos donaron libros escritores de Tigre, y nos llegaron donaciones de gente de muchas localidades. Incluso ya se realizaron presentaciones de libros en la Bibliocabina, uno de ellos de una nena escritora de 8 años y también se realizó un evento de narraciones de cuentos de terror para chicos.