Correr la trinchera, salir mejores
El contexto político argentino es sumamente complejo. A la crisis económica luego de 4 años de políticas neoliberales se le suma enfrentar una pandemia. La situación en los barrios populares de la Argentina es muy difícil. Por Nacho de Vedia (*)
La situación que estamos viviendo a nivel mundial puede significar un quiebre en la sociedad actual. La economía, la educación, nuestros vínculos personales, y todas las esferas de nuestras vidas cambiaron rápidamente, afectadas por una pandemia que aún tratamos de descifrar, de la que aún no podemos realizar una evaluación precisa, ni mucho menos una proyección sobre sus efectos económicos, políticos y sociales. Nuestra vida tuvo que adaptarse rápidamente a una crisis global, que lejos de significar un apocalipsis nos invita a repensar el mundo en el que vivimos en el más amplio sentido.
A nivel mundial hubo distintas interpretaciones sobre el alcance del Covid-19, lo cual devino en distintas políticas de Estado. La rápida propagación del virus en Europa y China permitió que el resto del mundo pudiera adelantarse para reducir los efectos de la pandemia. En América Latina distintos gobiernos priorizaron “proteger el mercado”, o los intereses de grupos económicos hegemónicos, por sobre la salud y la vida de la población. Por otro lado, hubo gobiernos que adoptaron medidas que requirieron una mayor intervención estatal en todos los niveles. Una vez más, la tensión entre lo público-privado, el alcance y la posible universalidad de las políticas públicas, la protección de los derechos humanos o la desidia del Estado, se presentaron como algunos de los puntos centrales para analizar y discutir políticamente lo que estamos viviendo.
Los gobiernos de Ecuador y Brasil son algunos de los países que minimizaron los efectos de la propagación del coronavirus, lo cual devino rápidamente en situaciones críticas para ambos pueblos. Las imágenes de los centros urbanos en Ecuador tal vez sean las más impactantes de la región. En ciudades como Guayaquil los centros de salud colapsaron rápidamente, generando una cantidad de muertes que superó al sistema funerario, con la consecuencia de dejar cuerpos en la vía pública o en féretros de cartón. El gobierno de Lenin Moreno se enfrenta a una situación sin precedentes, más aún si contemplamos las masivas protestas que se vivieron durante octubre del 2019. El gobierno ecuatoriano deberá repensar rápidamente cuál será el accionar del Estado para contrarrestar los efectos de la pandemia.
En Brasil, el gobierno de Bolsonaro se enfrenta a una crisis institucional ante la profundización del rol de las Fuerzas Armadas dentro de su gabinete de gobierno, como respuesta -entre otras cosas- a la falta de políticas públicas para detener el avance del coronavirus. El intento de remoción del cargo del Ministro de Salud Mandetta da cuenta de las tensiones internas en el gobierno. La situación brasileña también pone de manifiesto la crisis habitacional y los efectos devastadores que podría tener en las favelas y ciudades, así como también el riesgo que genera en los países vecinos.
La falta de articulación entre los países del Cono Sur para hacerle frente a la pandemia señala la importancia de los procesos de integración regional como la Unasur y la Celac, actualmente paralizados ante las posturas de alineamiento a EEUU por parte de los gobiernos neoliberales. El gobierno de Trump y las políticas “pro mercado” lo posicionaron como el país con más infectados en el mundo, con una alarmante cifra de 350 mil contagios registrados, y con un sistema de salud privado que imposibilita el acceso al tratamiento a enormes sectores de la población.
En Argentina, contrariamente, el gobierno de Alberto Fernández tuvo una rápida respuesta política al decretar la cuarentena y una serie de políticas económicas, sociales y sanitarias para enfrentar el avance de la pandemia, buscar “aplanar la curva” para evitar el colapso del sistema de salud, y principalmente para reducir los efectos sociales en un país que cuenta con enormes sectores que trabajan informalmente.
El contexto político argentino es sumamente complejo. A la crisis económica luego de 4 años de políticas neoliberales se le suma enfrentar una pandemia. La situación en los barrios populares de la Argentina es muy difícil. La demanda alimentaria de los comedores, sostenidos principalmente por mujeres trabajadoras de la Economía Popular, aumentó un 40% en todo el país desde el inicio de la cuarentena: pasó de 8 millones a 11 millones de personas. Esta cifra coincide con la cantidad de trabajadores y trabajadoras que trabajan informalmente, y que en esta coyuntura no están pudiendo generar ingresos. A su vez, las políticas de aislamiento social generan las condiciones para el aumento de los factores de riesgo que inciden en la violencia de pareja: solo en lo que va de la cuarentena, llevamos 14 femicidios, uno de ellos en Escobar, y se incrementaron notoriamente los llamados al 144. La única explicación por la cual no asistimos a una catástrofe social en la Argentina es debido al acumulado organizativo que existe, principalmente a través de los Movimientos Sociales nucleados en la UTEP.
Si se trata de salvar vidas, el papel que cumplen los comedores y merenderos en la actualidad, con las trabajadoras y los trabajadores de la Economía Popular, es tan importante como el de médicos y personal del sistema de salud. A las políticas implementadas por el gobierno se le suman una enorme cantidad de iniciativas solidarias propuestas por distintas organizaciones, colectivos y referencias públicas. A grandes rasgos podríamos decir que el pueblo argentino está haciendo un enorme esfuerzo por sortear las actuales problemáticas. Al Estado presente e interventor a través de políticas orientadas a los distintos sectores, se le suma el rol de los movimientos sociales, organizaciones territoriales, curas villeros, y una amplia colaboración y solidaridad por parte de la sociedad civil.
En la Argentina actual todavía hay “lugar para los vivos”, o simplemente posiciones históricas de larga data. Las últimas semanas distintos sectores empresariales buscaron sacar ventaja de la delicada situación económica al no cumplir con sus obligaciones patronales, y negando enormes derechos laborales. Entre ellos vale la pena destacar el intento de despidos que llevaron adelante Paolo Rocca en Techint, Caputo en Mirgor, o los sobreprecios que se detectaron en grandes cadenas de supermercados como Coto o Carrefour. El anuncio de los despidos en Techint encontró una rápida respuesta por parte de Alberto Fernández al decir esa noche “Muchachos, tocó la hora de ganar menos”. El discurso de Alberto estuvo acompañado horas después de un DNU prohibiendo despidos (y aliviando cargas patronales con una política de segmentación).
Sorpresiva y rápidamente, en pocas horas, la derecha argentina logró dar un timonazo cuidando sus intereses e instalando un discurso anti política. La red de trolls, montada sobre un sentido común presente en la sociedad, logró desatar una catarata de mensajes, tweets y cacerolazos que rápidamente corrieron el eje de discusión. El problema en la Argentina parecía ser ahora cuánto cobran los políticos, y ya no el rol que ocupan los empresarios, y mucho menos la distribución de la riqueza en términos estructurales. En un sentido moral puede ser sumamente necesario, pero nunca puede correr el eje de discusión sobre la responsabilidad empresarial y los derechos laborales en Argentina. En ese sentido Patricia Bullrich y distintos referentes de Cambiemos buscaron sacar rédito político y proteger a los empresarios más turbios de la Argentina, a quienes históricamente se enriquecieron del Estado, y una vez más decidían dejar a cientos de familias en la calle.
Paradójicamente quienes se opusieron a discutir las jubilaciones de privilegio, aparecían ahora como abanderados de la honestidad y humildad pidiendo reducir los sueldos en la real política. En ese sentido vale la pena señalar el oportunismo político y la irresponsabilidad de la oposición en un contexto sumamente delicado para el pueblo argentino. Los mismos que cerraron ministerios ahora piden más políticas y mayor presupuesto para el sistema de salud, quienes aprobaron una escandalosa reforma previsional perjudicando a nuestros viejos ahora se presentaban como defensores de ellos. Por otro lado, los sectores financieros requieren especial atención, son quienes más se beneficiaron los últimos años, y otro de los actores que se niega a contribuir y ceder al “pacto social”. Al escándalo en los despidos y suspensiones se le sumó McDonalds, Burguer King, Starbucks y distintas empresas transnacionales, que anunciaron que no pagarían la totalidad de los salarios. El gobierno nacional tendrá el desafío de poder enmarcar a estos actores bajo los dictámenes y reglas de las políticas estatales y la democracia, sin alterar la tan necesitada Pax Social en estos tiempos que corren.
La crisis mundial a la que asistimos tiene que ser el punto de inflexión para construir un mundo mejor. Hoy es innegable el rol que tiene que tener el Estado, prácticamente nadie duda de la necesidad de políticas públicas y presupuesto para terminar con la violencia de género, de las crecientes problemáticas ambientales como consecuencia de un sistema de desarrollo profundamente excluyente y destructivo, de la enorme informalidad y precariedad en el trabajo, así como de la crisis habitacional a la que están sometidas millones de personas.
Lo que nos tocará luego, pero también desde ahora, es como se sigue después de esto. Cómo se reactiva la economía, cómo seguimos fortaleciendo el rol del Estado, cómo desarrollamos una Argentina económicamente democrática e igualitaria. En concreto, cómo avanzamos en profundizar los lazos de solidaridad, de organización y articulación entre la sociedad y el Estado. El sostenimiento de políticas inclusivas, el poder construir una agenda que incluya a las amplias mayorías con la agenda de tierra, techo y trabajo, sin dudas va a requerir tocar intereses en los grupos del poder concentrado. El desafío es construir suficiente apoyo político y legitimidad para llevar adelante estas políticas de transformación. En gran parte, eso va a depender que salgamos mejores de esta crisis, que podamos avanzar unos metros la trinchera del sentido común y adelantarnos en la batalla económica y cultural.
Nadie se salva solo.
Nacho de Vedia. Politólogo. Docente. Referente de Nueva Mayoría en el Frente Patria Grande.