La INjusticia nos va ganando la batalla
Murió Paulita. Después de pelearla como una leona durante dos meses, las heridas y sus consecuencias pudieron más que la garra que le puso para sanarse. Pero a Paulita no la mataron sus 87 años… Por Patricia Herrera (*).
A Paulita la mató un degenerado que la quiso violar y la dejó malherida; un policía que no le tomó la denuncia por intento de violación; un médico de cabecera privado que la fue a ver después de varios días al hospital; una guardia hospitalaria que, tras cuatro horas de espera, la revisó y la quiso mandar a su casa; un enfermero que recién a los tres días «ayudó» a que una de sus hijas la bañara para sacarle a Paulita el barro y las piedras que aún tenía entre sus heridas…
A Paulita la mató físicamente un tipo que la manoseó, desnudó, golpeó y lastimó gravemente… Un hdp que le sacó su derecho a envejecer dignamente, disfrutando de sus últimos años de vida rodeada del amor de su familia. La mató un «no humano» que le robó sus sueños e ilusiones.
Pero en definitiva a Paulita la mató la INjusticia que tenemos en Escobar. La mató la «sensación de inseguridad» y el sistema. Ella no eligió que un chacal la lastimara, porque se resistió a que la violara a las 9.00 de un domingo como cualquier otro, cuando hacía los mandados, a pocos metros de su casa. En su barrio, en su lugar en el mundo.
A Paulita la mataron quienes hicieron oídos sordos a los reclamos. Un siniestro personaje que está suelto entre nosotros, esperando volver a atacar porque eso es lo que hace un violador… viola una y otra vez. El asunto es saber dónde y cuándo va a volver a hacerlo. Mientras tanto, ¿debemos esperar? ¿Tendremos que esperar a que la próxima vez que lo haga su víctima quede en condiciones de hacer un identikit para que la justicia actúe?
¿Tendremos que rezar cada vez que salgamos solas a hacer un mandado? ¿Sabemos si ataca solo a mujeres mayores o no le interesa la edad de su víctima? ¿Podremos caminar tranquilos por nuestras calles sin pensar en que nos van a matar, violar, robar, o cualquier cosa que a este tipo se le ocurra hacernos? ¿Tenemos que conformarnos mansamente a las respuestas que, desde la fiscalía, les dieron a sus familiares? Yo no quiero más Paulitas. ¡Justicia por Paula!
Ni una menos.
(*) Patricia Herrera, periodista