«Papá, ¿hoy puedo jugar con una amiga?»
Esa es la pregunta que todas las mañanas me hace mi hija de 3 años que extraña mucho más de lo que nunca quisiera volver a verla extrañar nada, a su jardín y sus amigos. Por Cristian Vila (*).
Esta pandemia dio lugar a muchas discusiones necesarias: el teletrabajo, el estado de las instituciones sanitarias, el (poco) valor que históricamente se dio al personal de salud y esencial. Y luego los debates sobre si distanciamiento social si, si distanciamiento social no; si aperturas moderadas si, si aperturas moderadas no.
Dimos las peleas necesarias para que pudieran volver las actividades comerciales, para cuidar el trabajo de cada vecino porque sentimos y sabíamos que era muy importante.
Luego se desarrollaron protocolos para retomar las actividades habituales: para volver al trabajo, al gimnasio, al café. Y atrás, últimos y pareciera olvidados, quedaron ellos: los niños. Niños que hoy, hace 200 días no pueden encontrarse, no pueden jugar, no pueden disfrutar de sus amigos ni aprender con ellos. Porque los niños aprenden con niños.
Los que somos padres hace 200 días intentamos contenerlos, entenderlos, validarlos, entretenerlos, enseñarles y, todo ello, intentando que entiendan un contexto que desearíamos que no tengan que entender.
No, no hubiera querido que mi hija de 3 años «entienda» que no puede ver a sus amigos, a sus abuelos, que no puede abrazarlos ni darles un beso.
Hoy, 200 días después, los adultos podemos ir al gimnasio, tomarnos un café o una cerveza con uno o dos amigos, podemos, con protocolos y prudencia, reencontrarnos.
Pero las escuelas siguen cerradas, las aulas vacías. Y cada esfuerzo por recuperar esos espacios tan valiosos se ven desalentados sistemáticamente. Los niños siguen solos, sin verse, sin la posibilidad de ser lo más importante: niños.
«Los chicos se adaptan», es de lo que más escuché este tiempo. Bueno, no. Los chicos se entristecen, se angustian, se sienten solos. Los chicos no tienen que adaptarse, ni acostumbrarse.
Los niños tienen que ser, hoy y siempre, niños.
Ahí está el futuro.
Impulsemos los protocolos y las políticas necesarias para que vuelvan las clases, para que los chicos se reencuentren sintiéndose cuidados y protegidos. Para que todos reciban la educación, la contención y el afecto que brindan las instituciones y los pares.
Ellos son el futuro, pero también el presente y hoy, nos necesitan.
(*) Dirigente de Juntos por el Cambio Escobar