Tensión en Avellaneda: la barra de Independiente increpó al plantel tras el escándalo por la fiesta en el yate
Apenas terminó la práctica en Villa Domínico, tres camionetas y otros tantos autos que esperaban al borde del Acceso Sudeste arrancaron para el portón lateral del predio deportivo que tiene allí Independiente. Como si hubieran recibido la señal divina de alguien de adentro, la cúpula de la barra brava del Rojo comandada por Mario Nadalich y Juan Ignacio Lencziki, y otros 25 barras más que estaban agazapados, fueron ingresando al predio.
La media mañana lluviosa no daba para pensar que iban a hacer un asado o festejar un cumpleaños de algún miembro del paravalancha. Sino que iban a hacer lo que finalmente sucedió: apretar al plantel de una forma que según quien lo cuente fue muy violenta o en mejores términos. Y bajo una frase que retumbó por toda Avellaneda: “Dejen la joda y empiecen a ganar porque si no la próxima vez no hablamos, actuamos”. Para escenificar el discurso mostraron algunos morrales cerrados que adentro podrían tener cartones de cigarrillos o cosas más pesadas. Esto último es lo que dieron entender.
La situación, súper tensa, tomó de sorpresa a los jugadores y los únicos que trataron de ponerle paños fríos a la situación hablando e intentando bajar el tono de confrontación fueron los más grandes, entre ellos los más respetados por los hinchas como el arquero Rodrigo Rey y Federico Mancuello.
Pero la amenaza se extendía sobre todos y apuntaba claramente a las últimas apariciones públicas de varios futbolistas a los que en su día libre se los vio paseando en un yate con varias influencers lo que generó un escándalo de proporciones y el castigo de salir del primer equipo para Diego Tarzia y Marco Pellegrino.
En realidad lo que puede hacer un profesional en un día libre es algo personal mientras no perjudique su trabajo después, pero hacerle entender esto al hincha es complicado. Y si encima en el último partido de local el Rojo sólo igualó con Godoy Cruz y la gente reprobó la actuación; y después también hubo un pálido empate en Junín con Sarmiento y las redes sociales estallaron de bronca, la barra creyó que su actuación de esta mañana sería respaldada por el hincha común. Insólito pero no tan extraño porque así piensa buena parte del mundo futbolero.
La decisión de ir al entrenamiento del sábado a hacer gala de su poder y para amenazar a los jugadores se tomó en una reunión el viernes a primera hora en la mesa chica de Los Dueños de Avellaneda, como se da en llamar la barra brava. Se juntaron las cabezas en el club Juventud Unida de Barracas y analizaron cómo estaría el clima en el Libertadores de América para el próximo partido de Independiente, que será este martes frente a Unión desde las 21 horas. Ahí entendieron que el hincha común estaría contra los jugadores y entonces decidieron actuar para mostrarse como los mariscales del cambio si hay un triunfo frente al Tatengue o para decir esto se acabó si hay derrota.
El cálculo era: “Nosotros actuamos, la gente no nos puede decir nada”, máxime cuando el clima del socio con la barra también está en un punto de inflexión porque cada vez que se canta contra la comisión directiva varios soldados de la tribuna aparecen para acallar esas voces. Con esta perspectiva cada referente juntó a cinco representantes de los barrios que más gente aportan a la barra y la decisión fue salimos todos juntos en caravana hacia el predio y nos metemos apenas termina la práctica. Obvio que para eso necesitaban un informante desde adentro que dio el dato preciso cuando la pelota dejó de rodar en las canchas de entrenamiento. Y obvio que también necesitaban el permiso para ingresar por una puerta lateral. Una vez dentro y con la idea de que no esté el cuerpo técnico presente, esperaron diez minutos hasta que encararon al plantel. Algunos dicen que fue dentro del mismo vestuario, pero desde el plantel y la dirigencia que sí aceptan que se produjo la visita argumentan que fue en un lugar abierto cercano a las canchas cinco y seis del polideportivo.
Como fuera, lo cierto es que los reunieron en círculo y los jefes de la barra llevaron la voz cantante y con un discurso al borde de la violencia exigieron que sólo se piense en el club y que empiecen a ganar. “Si vemos que le están haciendo la cama al cuerpo técnico o a la dirigencia esto se va a poner peor”, argumentaron. Los más grandes explicaron lo obvio, que dejan todo y que los rivales juegan y que en fútbol hay tres resultados posibles pero lo que ellos no negocian es la entrega. A los barras, que agitaban sus morrales, poco les importó.
Esta situación no es nueva en el Rojo. De hecho, dos meses y medio atrás ya se había dado una visita más acotada con el mismo objetivo. El 9 de agosto y antes de un partido frente a Estudiantes de La Plata, los ocho máximos referentes habían ido hasta Domínico y habían tenido una charla calificada supuestamente como en buenos términos con Rodrigo Rey, Iván Marcone, Federico Mancuello, Alexis Canelo, Joaquín Laso y Gabriel Avalos. Es decir los más grandes y experimentados del plantel. Esta vez la apretada fue en peores términos y mucho más masiva: todo los jugadores de un lado, 25 barras del otro. En el medio un club que vive horas complicadas y donde los dueños de la tribuna parecen manejarse como los dueños de todo.